domingo, febrero 27, 2011

Good bye 23-F

Por motivos diversos y felices casualidades, el veintitrés de Febrero es un día que no pasa por mi calendario como otro cualquiera. Al margen de conmemorarse un aniversario más del fallido intento de golpe de estado, confluyen en este día y sus alrededores otras efemérides importantes para mí.

No se me olvida, sin embargo, dónde estaba yo y qué hice aquella tarde de lunes, la última semana de Febrero del ochenta y uno, en la que el General Armada y el Teniente Coronel Tejero trataron de tomar por las armas el control sobre el Estado.

Nada, durante aquel día, había sido para nosotros, unos niños, especial o distinto de otros días. Ningún adulto dió señales de que estuviera ocurriendo algo excepcional. Tuvimos nuestras lecciones, salimos al patio, comimos nuestro bocadillo, hubo partido de la A contra la B y hasta jugamos al sopapo con una bola de papel de plata un poco untada de aceites y mantequillas. Un día de tantos en nuestra memoria de colegiales.

Recuerdo que, por la tarde, en cambio, estaba en casa haciendo los deberes en el comedor y, en un determinado momento, subimos a casa de unos vecinos para seguir lo que ocurría por la radio. Mis padres y mis vecinos escuchaban con mucho interés -fingido, creo yo- y se miraban unos a otros como tratando de dar muestras de estar entendiendo la gravedad del momento. Con todo, las notícias escapaban a la comprensión de un niño de siete años. De modo que no presté atención y no poseo ahora ningún recuerdo concreto que pueda reproducir.

Lo que supe del asunto durante mucho tiempo no pasó de la poca información contenida en una canción de La Trinca que se hizo famosa. Lo que sé a día de hoy lo he ido descubriendo a golpe de documental, semanario y reportaje siendo ya adulto.

A este episodio de nuestra historia moderna, del que nos separan ya tres décadas, se le dedican todos los años páginas y páginas, minutos de radio y televisión, reportajes conmemorativos, grandes documentales, dosiéres especiales y completos, esfuerzos editoriales, tertúlias, debates, ... Televisión Española ha producido incluso una película.

El veintitrés de febrero se ha convertido en el día de acción de gracias de los españoles. De gracias a Dios que todo terminó en un susto, porque en este país todo ocurría -y ocurre- por la Gracia de Dios. Y uno empieza a estar un poco harto del tratamiento informativo y del exceso de atención que acapara este momento, histórico, sí, pero "momento" al fin y al cabo, y del que podríamos y deberíamos pasar página de una vez.

Que ya vale de 23-F, hombre. Que pido por favor que los medios dejen de atiborrarnos una semana entera todos los años con los mismos, o parecidos, reportajes gastados. Con las mismas entrevistas a protagonistas del momento que no desvelan nada nuevo. Con lo que hizo el Rey, con dónde estaban Puyol o Felipe. Con que Suárez fue el héroe que salvó la patria. Que no puede ser que Santiago Carrillo se acuerde mejor este año que el pasado, ni tenga una opinión muy distinta; que, en todo caso, el hombre, le irá metiendo imaginación al tema porque la edad no perdona y también él se nos vuelve un abuelo batallitas, al que parece que los del Informe Semanal acuden año tras año a pedirle "yayo, hoy que estamos todos reunidos, cuéntanos aquella del 23-F".

Franco permaneció en el poder cerca de cuarenta años, lo que daría, si hubiera voluntad, para una amplia cobertura informativa todas las semanas. Sin embargo, sólo de vez en cuando algún medio cubre algún momento, describe algún periodo, destaca o conmemora algún hecho. En todo caso, nunca se le ha dedicado a ningún episodio del franquismo un espacio de repercusión mediática semejante.

Parece que la memoria histórica de este país, esa memoria que no queremos desenpolvar por si acaso, pues parece, digo, que la memoria histórica se nos pierde el veintitrés de Febrero del ochenta y uno. Y no la volvemos a encontrar hasta alzamiento de Julio del treinta y seis o hasta el catorce de abril del treinta y uno. Y, como quien dice, desde entonces nos vamos directos a mil cuatrocientos noventa y dos pasando, de puntillas a lo sumo, por el desastre de Cuba o los héroes del dos de Mayo.

Dejemos por fin de eclipsar nuestra historia, de concentrarla, de hacer reduccionismo. Las nuevas generaciones estamos hasta el moño de no ser más que el producto de un golpe de estado fallido. Hemos crecido en democracia, somos algo más y queremos ser otra cosa, sin tantos complejos, sin tanto dar gracias a Dios.

Señores del Informe Semanal, por favor, digan adiós al 23-F.

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