lunes, febrero 21, 2011

Si esto son hombres

Si esto son hombres, querido Malaparte, si esto son hombres...

Me permito variar el título de la gran obra de Primo Levi para encabezar esta entrada del blog, que continúa la anterior : la impresión de la escena permanece en mí sin que pueda quitármela de la cabeza.

Tras abrir las compuertas de los vagones, los cadáveres caían al andén de la estación como se derrama el contenido de una botella al volcarse. Los soldados terminaron de sacar cuerpos del interior de los vagones, que apestaban ya a putrefacción, y los alinearon en el suelo para trasladarlos con camiones remolque al páramo donde los enterrarian, no muy profundamente, unos sobre otros, capa de cuerpos, capa de cal viva, como era habitual que se dispusieran las fosas entonces. Un espectáculo de muertos sobre la explanada de la estación.

Cayó al momento sobre ellos una horda de gitanos que profanaron los cadáveres, les robaron las ropas, los objetos de valor, todo. Chaquetas, pantalones, ropa interior, zapatos, botas, cadenas, recordatorios, billeteras, relojes, gafas, dientes. Rompieron cuellos, partieron brazos, luxaron rodillas y dislocaron hombros para hacerse con su botín. Los muertos se resistían a ser robados; no es fácil quitárle la ropa a un muerto como tampoco no lo es vestirlo. Los alzaban y zarandeaban para arrancarles la ropa y los dejaban caer de nuevo, estrellando cráneos contra el suelo, quebrando huesos, columnas, cervicales... Peleaban entre ellos en la disputa de los mejores abrigos, de las fundas de oro que serían mejor pagadas en el mercado negro, de la mejor mercancía. Arrasaron con todo bajo la mirada de los soldados, dejando un túmulo de cuerpos desnudos y sin vida y sin dignidad. Los soldados contemplaban la escena como si tal cosa.

Los gitanos corrían en aquellos tiempos mejor suerte que los judíos.

¿Esto eran hombres? Los judíos muertos en los vagones donde fueron sometidos a condiciones que serían execrables si se aplicaran al traslado de cualquier animal. ¿Esto eran hombres? El jefe de estación incapaz de actuar por sí mismo y de la más mínima piedad y clemencia, esperando órdenes como quien espera carta de un pariente lejano. Los soldados rumanos obedeciendo ciegamente sin ver más allá de esos judíos a las madres, los niños, los ancianos, los hombres y, en definitiva, a los seres humanos. Los ejecutaron sellando aquellos vagones sin llegar a sentirse jamás verdugos o autores de una masacre, eran simplemente soldados obedeciendo órdenes. Los gitanos dándose ellos mismos a la barbarie de profanar unos cadáveres sin más contemplaciones que las de un niño con un muñeco de trapo, incapaces de ver a los seres humanos -muertos, eso sí- que había envueltos en la mercancía que robaban. ¿Esto eran hombres?

Esto eran hombres en una Europa en guerra. La misma Europa que hoy mira por encima del hombro al resto del mundo, pagada de sí misma, y que se siente centro y máxima expresión de humanidad y civilización.

Sí, esto eran hombres...

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