martes, abril 25, 2006

Chucherías

Una maniobra como la de ayer en la calle Balmes es poco menos que temeraria. Pero el sitio bien merecía la pena. Aparcar a las tres del mediodía en zona azul produce una sensación similar a la que recuerdo haber tenido aquel día, de niño, en que robé chucherías en el colmado de la esquina. Creo que el dueño lo sabía y simulaba no enterarse. Probablemente se sintiera bien aplicando su indulgencia con aquella la chiquillada. ¿Tendrá Clos la misma sensación con las dos horas de bula que nos otorga para ir a comer en su ciudad? A lo mío : si lo llego a saber no voy. Porque solamente me iban a corregir unas encías, "un pequeño pellizco", me dijeron. En qué estaría yo pensando. El propio verbo lo dice todo : "corregir". ¿Qué querrá decir "corregir" en la consulta de un dentista? Al pequeño pellizco de la anestesia le sucedió un bisturí que rebanó mis encías como quien corta una tarta de cumpleaños. Mis incisivos fueron, de este modo, liberados de no sé bien qué problema. Saneados como una pared con cal. Ya no tengo dientes. Ahora asoman por mis labios en perfecta alineación las teclas de un piano. Color marfil. "Todo perfecto. No hemos necesitado ni puntos de sutura". Lentamente, como se pierde un barco por el horizonte, así también se perdió el efecto de la anestesia. Nada que no pueda solucionarse atrincherado en la cama con una buena dosis de ibuprofeno. Una forma poco usual de pasar por este día. Al recoger el coche eran más de las cuatro. Sin embargo no había multa en el parabrisas. Sentí deshacerse en mi boca la esencia de una chuchería de regaliz.